2017 definitivamente fue un año de cambios personales y sin duda alguna el mayor cambio y el más positivo fue aceptar mi cuerpo.
En la adolescencia pasé por etapas difíciles, donde mi autoestima se regulaba según lo que pensaran los demás y mi cuerpo fue un chivo expiatorio. Bulimia y anorexia son palabras que se asoman en el expediente médico bajo mi nombre y son cosas que en definitiva marcaron un rumbo en cuanto a aceptación se trata.
Después de haber "vencido" con éxito esa etapa oscura, debo decir que aún la sombra de la falta de aceptación y amor propio continuó conmigo por muchos años. Con los cambios en los embarazos y el ahora resultado final de quien es mi cuerpo la autoestima fluctúo tan rápido que en algún punto temí caer de nuevo en mi pasado.
Pero poco a poco, con ayuda de mi familia, pero principalmente con la idea de evitar que mis hijos pasaran alguna vez por algo así, empecé a cambiar un paso a la vez y, sin darme cuenta, octubre del 2017 fue la fecha definitiva para amar mi cuerpo.
En octubre me atreví a mirarme al espejo, a aceptar mis senos caídos, producto de 4 años de lactancia, a mirar mi abdomen marcado por las estrías de tres embarazos, a amar mis caderas, las cuales sostuvieron con valor dos niños saludables y ver la celulitis como un rasgo de triunfo.
2017 fue el año, octubre la fecha, y aunque lucho constantemente por mirarme sin decir aspectos negativos, creo que el avance fue fenomenal y para este 2018 mi meta será cuidar este cuerpo tan mío, este cuerpo de mamá guerrera y aceptar y abrazar la esencia de quien soy ahora.
Comentarios
Publicar un comentario